domingo, marzo 05, 2006

La ley que nacerá muerta


Así, con el verbo en pasado, podría haberse hablado de la LOCE. La gran desgracia de este país es que ahora con la LOE tenemos esa misma realidad en ciernes: Una ley sin consenso, hecha de espaldas al partido mayoritario de la oposición y fuente de enfrentamiento político. ¿Qué va a impedir que, cuando cambien los gobiernos y las alianzas, vuelva a cambiarse la ley?
Triste país donde la educación y la política se entremezclan de ese modo, donde la enseñanza no interesa por su misión de futuro, sino por su actualidad de enfrentamiento político, de generar debates, manifestaciones, broncas políticas y declaraciones de todo tipo. Si ya vamos a la cola de Europa en calidad del sistema educativo, ¿dónde llegaremos después de un par de leyes más a la contra?
Llega el momento en que ni siquiera es cuestión ya de que los alumnos tengan algo de cultura religiosa, porque es cultura, sino de que tengan símplemente cultura. Como padre, tiemblo, y como profesor también. Sé que, y así me lo ha enseñado la experiencia, de padres que se interesan por sus hijos, salen hijos (mayoritariamente) razonablemente educados, aunque su cultura deje a veces que desear; pero aún así cada vez encuentro que la labor docente va camino de convertirse en algo parecido a las películas estadounidenses de institutos de barrios marginales, donde los profesores apenas se atreven a salir de la sala de profesores y dar clase, y eso será un logro de todos nuestros políticos, sin importar de qué partido.
No, si al final tendrá razón Lao-Tsé en que no hay que dar demasiada cultura al pueblo, para que así no piensen y puedan ser manipulados con más facilidad.
Triste país